viernes, 14 de septiembre de 2012

Chim pun

Esta mañana ha tomado su última dosis de quimioterapia. Exactamente a las 06:46 mi princesa terminaba su tratamiento.
 
Ahora sé a lo que se refería el oncólogo de urgencias aquella noche del 16 de Febrero de 2011 cuando preguntó si necesitábamos algún documento para el trabajo porque esto iba a ser largo. Ingenua de mí le pregunté ¿cómo de largo? ¿quince días? ¿un mes? ¿dos? Todavía no nos habían dicho que era cáncer pero después de reflexionar aquellas palabras lo supe. Mi marido seguía insistiendo en que era un bulto de grasa. Aun esperando a que saliera de quirófano mientras lea hacían la biopsia me decía -ya verás cómo es un bulto de grasa- y eso que habíamos firmado el consentimiento para la colocación del port-a-cath o reservorio (un dispositivo que va por debajo de la piel conectado a una vena central y que es por donde se mete la quimio o se extraen las analíticas). A las tres horas de operación los cirujanos nos llamaron y nos confirmaron que, por la apariencia del tumor, era rabdomiosarcoma aunque habría que esperar al resultado de la anatomía patológica. La niña estaba estable y se podía extirpar completamente el tumor por lo que la operación tenía que continuar. Se alargó dos horas y media más. Esas sí fueron las peores de mi vida.
 
Una de las numerosas pruebas a las que había sido sometida los días previos a la intervención, descartaba el rabdomiosarcoma. De ser cáncer, -nos dijo el oncólogo- quedan prácticamente descartados los dos más agresivos.
 
Y resultó ser uno de ellos. A los pocos días mi princesa volvió a entrar en quirófano para biopsiar un ganglio inflamado y, si el primer diagnóstico fue demoledor, el escuchar que tenía metástasis ya fue devastador: rabdomiosarcoma embrionario metastásico, con un pronóstico que apenas rozaba el 25%. Dejé de vivir durante días. Hasta que me di cuenta que mi princesa me necesitaba.
 
Un día, llorando en la zona de ascensores, mientras toda la gente me miraba y se compadecía, fue una gitana quien se sentó a mi lado y me preguntó. No suelo contar mis penas a desconocidos ni mucho menos, pero ese día necesitaba desahogarme y le conté lo que ocurría -no llores, porque ahora no es momento de llorar, tu hija aun está contigo. Eres los ojos de tu hija que no entiende nada y se fija en tí, en cómo estás para entender la gravedad de la situación. Si te ve tranquila, ella también lo estará-.
 
Fueron aquellas sabias palabras las que me hicieron reaccionar, levantarme y luchar por mi princesa.
 
De esto ha pasado ya más de año y medio y hoy ha terminado la etapa de luchar. Ha pasado por operaciones, transfusiones, sedaciones, efectos "secundarios" (que, como muy bien dice Sandra Ibarra, no son secundarios, para mí son primarios), quimioterapia y radioterapia. También ha formado parte de un estudio sobre los beneficios del deporte en los pacientes de cáncer.
 
Y hoy ha terminado con toda esta vorágine. Terminó el tiempo de lucha y ahora pasamos a la etapa de incertidumbre, de pruebas cada tres meses, después cada seis... 
 
Mis sentimientos son muy confusos, quizás a esto contribuyan también las hormonas del embarazo. Hoy me he levantado llorando de alegría porque hemos llegado a esta especie de meta volante. Llorando de tristeza por todo lo que ha sufrido, por lo que hemos vivido y, sobre todo, por esos ángeles prematuros que hemos conocido, por esos padres. Recordando cada momento como pasado y dando gracias a Dios porque ella no se acuerda, o eso creo, de muchas cosas.
Con miedo al fantasma de la recaída, con la incertidumbre de si este año y medio de tratamiento se comió al bicho por completo.
 
Pero sobre todo, dando gracias a la vida porque hoy me he levantado.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena, espero que no vuelva aparecer más y tu peque siga descubriendo el mundo junto a ti. Besos.

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    1. Muchas gracias, ahora estamos inmersos en las "pruebas finales". Nos esperan días largos pero confío en que todo vaya bien. Un abrazo bien fuerte.

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